La realidad no suele combinar sólo prendas blancas o negras, más bien parece vestirse sin prestarle mucha atención a la moda o el buen gusto. Por esta razón, las decisiones que lucen más simples, al final, resultan difíciles de comprender. Imaginemos a alguien que intenta salvar a otro de un peligro. Esta decisión, heroica por cierto, esconde una serie de decisiones previas nada inocentes. Primero debemos precisar si está bien o mal hacer tal cosa, luego juzgar y sentenciar a alguien como desprotegido o aún peor, incapaz, además de catalogar a alguien o algo como potencial peligro. Todo esto, que podría tratarse de un trabalenguas diseñado para despistar al oyente, no es más que una breve descripción.
La realidad no suele combinar sólo prendas blancas o negras, más bien parece vestirse sin prestarle mucha atención a la moda o el buen gusto. Por esta razón, las decisiones que lucen más simples, al final, resultan difíciles de comprender. Imaginemos a alguien que intenta salvar a otro de un peligro. Esta decisión, heroica por cierto, esconde una serie de decisiones previas nada inocentes. Primero debemos precisar si está bien o mal hacer tal cosa, luego juzgar y sentenciar a alguien como desprotegido o aún peor, incapaz, además de catalogar a alguien o algo como potencial peligro. Todo esto, que podría tratarse de un trabalenguas diseñado para despistar al oyente, no es más que una breve descripción.