Hablar sobre los límites que posee o debería poseer un individuo siempre es controversial. Lo políticamente correcto supone al ser humano como propietario de una libertad absoluta. Pero más allá de los problemas metodológicos que acarrea la palabra propiedad unida a la libertad, nos surgen algunas dudas. Porque a poco de comenzar a reflexionar sobre los límites, la idea de libertad absoluta nos causa algo de pánico. Las experiencias personales nos afectan, obviamente, al momento de decidir sobre esta cuestión pero algo parece seguro: en algún punto, bajo determinadas circunstancias, todos tenemos un límite para nosotros y, fundamentalmente, para los demás.
Hablar sobre los límites que posee o debería poseer un individuo siempre es controversial. Lo políticamente correcto supone al ser humano como propietario de una libertad absoluta. Pero más allá de los problemas metodológicos que acarrea la palabra propiedad unida a la libertad, nos surgen algunas dudas. Porque a poco de comenzar a reflexionar sobre los límites, la idea de libertad absoluta nos causa algo de pánico. Las experiencias personales nos afectan, obviamente, al momento de decidir sobre esta cuestión pero algo parece seguro: en algún punto, bajo determinadas circunstancias, todos tenemos un límite para nosotros y, fundamentalmente, para los demás.