¿Qué nos dejó el bicentenario?

Luego que los festejos brotaron en todos los diarios, revistas, radios y canales de televisión, la necesaria reflexión. ¿Necesaria? Así parece. La cantidad de personas movilizadas en la Ciudad de Buenos Aires se transformó en el asunto a resolver y comprender. ¿Por qué tanta gente en las calles? ¿Por la patria, por alguna sintonía ideológica, por los cientos de espectáculos culturales, por que todo era gratis? La verdad es difícil saberlo, pero podemos intentar descubrir el por qué de tanta curiosidad analítica. Es decir, la causa de la masividad quizás sea ignorada por mucho tiempo; pero sí podemos preguntar sobre lo que motivó a las líneas editoriales.

La pregunta que subyace es: ¿Por qué tanta gente en la calle? La respuesta más convincente y simple es otra pregunta ¿Por qué no? Sin embargo, para lograr una mayor comprensión de la curiosidad analítica, tenemos que plantear algunas más: ¿Por qué este tipo de manifestaciones inquieta tanto? ¿Desde cuándo se transformó en algo tan poco común? ¿Alteran el orden acaso? ¿Provocan algún disturbio? Ah, me olvidaba… En todos lados se subrayó el hecho de que no provocaron disturbios, que fue una fiesta en paz. ¿Cuántas veces se producen disturbios cuando la gente, vecinos o ciudadanos salen a la calle? ¿Es tan rara la paz? ¿A qué clase de orden aspiran los que dicen eso? ¿Es orden lo que piden u obediencia?

De todas maneras retomemos las preguntas: ¿Es necesario un “pastor” para que la gente en la calle no cause asombro? ¿Por qué sólo deberían salir si alguien los guía o si tienen ganas de protestar? ¿No puede ser que la gente ocupe el espacio público para algo más que eso?
Lo más razonable para comprender el trasfondo de esta catarsis de análisis, es que la gente debería tener miedo. ¿Pero miedo a qué o a quién? ¿Cómo no van a tener miedo? ¿Acaso no leen los diarios, no ven la televisión?
Otra pregunta necesaria: ¿Por qué alguien debería obtener rédito político ante la masividad de los festejos? ¿No será que nos están tratando de vender un líder, pero éste más exótico aún porque la masividad ya pasó y ahora necesitan alguien que la justifique?

En realidad todas estas cuestiones surgen cuando los hechos chocan contra la teoría o los intereses, ¿cómo es posible si acá no existe el patriotismo? Ese es otro elemento que corre por debajo de la perplejidad editorial: “Los argentinos no son patriotas, no quieren a su país, no son nacionalistas”. Por eso, es incomprensible que salgan a la calle sólo por los 200 años de la Revolución de Mayo, aún cuando la historia Argentina demuestra, una y mil veces, las ganas que tiene la gente de hacer historia. De construir historia o de ser parte de ella. ¿O acaso no salieron muchos el 19 y 20 de diciembre? Pero no todo es color de rosa en esto de participar, también salieron cuando fuimos a una guerra suicida o a festejar el mundial por más golpe de Estado que existiera. Algunas cosas sí son brillantes, inspiran respeto y admiración por lo que somos. ¿Recuerdan cuando salieron a la calle a respaldar a Alfonsín ante el peligro de un nuevo golpe de Estado? ¿Cuando salían los “vecinos” a darle agua a los piqueteros? Otras despiertan discusiones, el 17 de octubre por ejemplo. En fin, un montón de fechas que en sus significados son contradictorias, pero que guardan una similitud: quedaron en la historia y todos los que participaron lo sabían.

Por último recordemos algunas bajadas editoriales: la gente demostró que quiere la unión, romper con los conflictos políticos, dejar las peleas sin sentido. En otras palabras, quiere unirse para construir un futuro. Lindo, muy lindo. ¿Nada más? Las peleas son un “sin sentido” cuando el que escucha sólo presta atención al volumen de la voz y no a lo que dicen las voces. Cuando no se involucra en la discusión todo es un conflicto ajeno. Los conflictos políticos son necesarios, imprescindibles para saber qué futuro queremos. No podemos obviar el conflicto porque eso sólo sucedería si todos tuvieran la misma visión sobre la realidad y el futuro. ¿No será eso lo que piden los que proponen terminar con el conflicto? ¿Todos debemos tener los mismos intereses, las mismas ideas? ¿O simplemente nos piden que algunas ideas no sean discutidas?
La fiesta fue en paz, ordenada tanto como lo permite una multitud semejante, prolija y respetuosa, no hubo protesta, sólo alegría por pertenecer. ¿Pertenecer a qué? A esto que llamamos Argentina. Porque nos gustan las cosas buenas y, principalmente, porque las malas también nos hacen o hicieron esto que somos. ¡Pero guarda! A nadie se le ocurra preguntar sobre la mejor política económica, social, cultural, educacional, sanitaria, religiosa o deportiva que deberíamos tener porque ahí sí…Volvemos a ser argentinos que pelean, por y con sus ideas, el tipo de país que queremos. Brindo por Argentina y no sólo por lo que a mí me parece bien. Menos mal que seguimos peleando y todavía no bajamos los brazos, entregando nuestro futuro a cualquiera que dice tener la llave del paraíso. Sería bueno que empiecen a escucharnos, en lugar de buscar las palabras que debemos decir. ¿No será que ellos tienen miedo de lo que tenemos para decir? Qué sé yo, quizás si cobraban entrada en los festejos esto no pasaba.
P.D: La columna no intenta ser optimista, más bien saluda todo lo que nos marcan como malo, muy malo. Porque dentro de todas esas cosas que nos dicen que son muy malas, se esconde la llave, pero no la que nos quieren vender. Más bien, la única que necesitamos, aquella que todavía no abre todas las puertas. Y si para llegar a ella nos tenemos que tragar todo el resto, mejor. Mejor masticar todos nuestros errores que soñar con los “aciertos” de otros.