Editorial - Buena onda


La editorial es sobre la “buena onda”, pero antes de comenzar nos vemos en la penosa obligación de aclarar las intenciones de nuestras editoriales. Muchos lectores han reprochado el carácter vago de estas líneas, su contenido se les muestra esquivo; no saben si se trata de auto-ayuda, algún tipo de psicología, filosofía, reflexión personal o profecía. ¡Como si fuera necesario saber en donde guarda uno las cucharas para determinar cuál es de sopa y cuál de café! No pretendo complicar su vida, caro lector, estas editoriales son malas ¡No pierda el tiempo en clasificar para resolver si le gusta o no!


Para seguir confundiendo, en primer lugar indagaremos a la mala onda. Resulta más simple hablar sobre todo aquello que no es, antes de definir algo por lo que sí es. En criollo: es más fácil decir que una bicicleta no es un auto, en lugar de: una bicicleta es todo vehículo de dos ruedas, que suelen ser del mismo tamaño y dispuestas en línea; además su tracción es a fuerza de cristiano o de cualquier hijo de vecino, etc. Pero dejemos la discusión sobre el ser y no ser, y pasemos a la mala onda y sus ámbitos de acción. En el plano laboral, es de mala onda decirle a alguien, delante de su jefe, que no cumplió o falló en su tarea; en el amor, es muy de mala onda estar comprometida/o con alguien y andar de trampa por no enfrentar la separación; en la religión, es malísima onda tener un cinturón de TNT (marca ACME), obligar a todo el mundo a seguir tu verdad o reclamar la naturaleza sólo para cercenar la libertad de alguien.

¿Y la buena onda? Como dijimos antes, es difícil determinar qué es la buena onda. No podemos olvidar que estamos hablando, casi sin darnos cuenta, del bien y del mal, vieja discusión si las hay. Sin embargo, la maldad de los ejemplos citados es atemporal, es decir: son de lácteo vencido para nosotros, para nuestra posteridad y para todos aquellos que quieran habitar el suelo argentino. No así para los japoneses (que viven en Japón), se comenta que trabajan más los días de huelga; por tanto podemos esperar que sea buena onda, para ellos, hablar mal de alguien delante de su jefe. Pero no nos aventuremos en la moralidad ajena, ese comentario no tiene demasiado sustento empírico (nadie vió cosa semejante). En cambio la bondad sí se modifica con el tiempo, lo cual hace imprecisa cualquier definición tajante. De todas maneras, hablaremos sobre cómo enfrentar a la mala onda. Según investigaciones recientes (charlas que compartí), la única forma de vencer a la mala onda es con buena onda. Paso a explicar, generalmente los mala onda convencen a todos que la única forma de actuar es la de ellos, una vez que todos se convierten a la mala onda se sienten aliviados. Ahora sí pueden decir que el mundo es una porquería, sin que les duela la cara, o actuar libremente aún cuando siempre parece que lo hicieran. ¿Pero qué sucede cuando se enfrentan a alguien buena onda? ¡Ah pajarito! En ese momento se pierden, intentarán llevarnos a su terreno, pero una vez que comprueben que no daremos el brazo a torcer (pegarle un sillazo en la nuca o cosas por el estilo) y, sin embargo, no dejamos que nos usen de látex descartable, se irán silbando bajito para no volver.

Por último hay algo que debería saber, caro lector, Ud. puede ser mala onda para otro. Porque, apelando a la buena onda universal, mucha de la mala onda es producida y distribuida por personas buena onda en un mal momento. De aquí nace la solución, a esa mayoría de buena onda con una mañana jodida la regresamos a nuestras filas con una muestra de amabilidad. ¡Cuidado! Si pasan tres o cuatro mañanas y la persona sostiene sus alcahueterías entonces el sillazo, en realidad, es un premio al merito. Lo importante es que reparta buena onda o limpie el camino de otros/as buena onda repartiendo con las clásicas rajaduras de marote.