Editorial -último programa


Los muros de facebook y twitter, se llenaran de saludos por el año que pasó y, principalmente, por el que viene. El 2011 cómo nos encuentra, ¿unidos o dominados? Ni una cosa, ni la otra opina el Dr. Baltazar de las Quimeras, sin embargo algo es cierto: otro año se está yendo.

Nadie dudaría un segundo en pensar que maldecir un año que se va es, por lo menos, propio de aquellos que no viven como realmente lo desean. Pero vayamos por partes, asumir el paso del tiempo no le es grato a nadie. Principalmente porque cada año nos acerca a un final inevitable. ¡Y nadie parece estar muy contento con la idea esa de morirse! Alguno dirá, estoy cansado (mientras se reclina en la silla, si es que el dolor de espalda se lo permite), pero es bueno sospechar de cualquiera que reclama actitudes desinteresadas ante la vida y no se tira una tostadora enchufada en la bañera llena. El Dr. Quimeras vuelve a la carga, “esos tipos me caen mal, son los mismos que cuando gana Argentina un partido del mundial se acuerdan del hambre en Uganda”.

En cambio, el sujeto post-moderno piensa que “pescar desnudo puede traer complicaciones”, y aclara “muchos piensan que los inventos deben usarse porque para eso se inventaron, más allá de utilizar una tautología sin sentido se olvidan de una pequeña historia: en el año 1945, cuando Perón todavía no era peronista, se inventó el veneno que mata a los huevos de la mosca de campo. En otras palabras, viciaba de sin sentido a todo huevo que estuviera fuera del gallinero. Genéticamente era una maravilla; imaginen a un aerosol con la capacidad de distinguir y maltratar a un huevo de mosca y no a cualquier otro. La prueba se realizó en Carlos Casares, cuyos habitantes se caracterizan por estar siempre a la vanguardia del investimo[i] nacional (Ej.: fueron los primeros en utilizar el arma de fuego en los duelos). El problema es que sin la famosa mosca de campo, las sobremesas eran eternas; posiblemente duraran lo mismo, pero el embole llevó al divorcio a tres de las cinco parejas menores de 22 años. Calculando la tasa de nacimientos, el pueblo desaparecería en 10 años. El intendente intentó remediar la situación plantando huevos modificados genéticamente pero fue inútil, en esa época la modificación del ADN se realizaba de la misma forma que se arreglaban a los viejos televisores, a chancletazos en la caja. Se sabe que las moscas no son de aguantar semejante intervención de la medicina occidental”.

El Dr. Quimeras observa incrédulo al sujeto post-moderno como buscando una explicación, y aquí está: “por culpa de la efectividad del mata moscas, tuvieron que mudar el pueblo a unos 5 km para mantener viva la tradición de quejarse luego de comer y antes de la siesta, y trasladar o proyectar el embole a buen destino, siempre lejos de nosotros. El reloj cumple la misma función, sólo nos recuerda que nos acercamos al desenlace; el mismo que se repite desde que Dios se enojó con Adán y Eva por preparar ensalada de frutas para festejar fin de año”. Esto nos lleva a terrenos espirituales, Rosarito (una vecina) dijo que “la espiritualidad está de oferta en el supermercado, algunos piensan que pasa por gozar todo lo que nuestros sentidos permitan, siempre con cara de -Dios así lo quiso y pobres esos chicos-; y otros creen que la carne es pecado a menos que sea de ternero”.

Podemos asegurar que la espiritualidad, que nos permite cruzar los primeros de enero sin pensar en atrapar todos los corchos de sidra con nuestros ojos, es un poco más que la plenitud del goce o el pecado de la carne. Nos hubiera gustado saber un poco más de todo esto, pero el fin de año ya llegó para el programa, nos dejó pensando en todo lo que sucedió y, entre suspiros, la promesa: volveremos, volveremos, volveremos otra vez, sin muchas palabras pero revueltas para disimular.



[i] Castellano ambiguo, dícese del énfasis ridículo en el invento