Los Zulúes

"Los zulúes, tribu de África, dicen que al principio de los tiempos el viejo más viejo envió al camaleón con un mensaje que decía: “Ve y diles: ¡Que los hombres no mueran!” El camaleón se puso en marcha, pero avanzaba muy lento y se entretenía en el campo a comer diversos frutos. Algunos dicen que se subió a un árbol para calentarse al sol, tras haberse llenado la panza con moscas, y se durmió profundamente. Entretanto el viejo más viejo había reflexionado y enviado al lagarto a toda prisa tras el camaleón con un mensaje muy diferente. “Cuando hayas llegado dí a los hombres: ¡que los hombres mueran!”. El lagarto partió corriendo, se adelantó al camaleón haragán y al llegar primero les entregó el mensaje de muerte. Después de lo cual regresó con el viejo más viejo. Luego de su partida llegó por fin el camaleón junto a los hombres, con sus gozosas nuevas de inmortalidad, y les gritó alborozado: “Se me ha dicho ¡que los hombres no mueran!” Los hombres respondieron: “Ya hemos oído al lagarto, él nos dijo las nuevas. No podemos prestar nuestros oídos a tus palabras. Por el mensaje del lagarto los hombres morirán”. Desde aquel día y, lógicamente, hasta el presente los hombres han muerto.
Por ello los zulúes odian al lagarto y lo matan cuando lo encuentran. Pero otros odian y persiguen al camaleón bajo la siguiente consigna: “Este es el miserable que se demoró para decirles a los hombres que no tendrían que morir. Si nos hubiese dicho a tiempo ahora no estaríamos sujetos a la muerte, vivirían nuestros antepasados, no habría enfermedades sobre la tierra. Se debe todo a la tardanza del camaleón”. Otras tribus de África son más radicales con respecto al camaleón. Cuando lo atrapan subiendo a un árbol le hacen abrir la boca y le echan sobre la lengua un trozo de tabaco; el camaleón se retuerce y cambia de color, pasando del amarillo al verde y luego al negro en medio de agonías de muerte. Los hombres contemplan con regocijo sus sufrimientos y vengan de ese modo el mucho mal que esa bestia hizo a la humanidad" (del libro: El folklore en el antiguo testamento, de J.G.Frazer)

Vamos a intentar extraer conclusiones o sugerencias de esta historia. En primer lugar parece claro que el trabajo de cartero es de alto riesgo, no sólo para el empleado, sino también para su descendencia. En segundo lugar, el viejo más viejo sería una suerte de Dios por poseer el terrible poder de decidir sobre la vida o la muerte de los hombres; generalmente cuando las decisiones son tomadas por una sola persona suelen estar sujetas al humor del momento. Lo que resulta difícil de comprender es la actitud de los hombres frente a los animales, porque ellos reconocen que el mensaje sale de la boca del viejo más viejo y, sin embargo, no toman ninguna represalia contra personas de edad avanzada. En cambio contra los pobres animales, su única culpa es transmitir los desvaríos de un viejo, tal vez entretenerse o ser demasiados expeditivos. Pero nada que resulte condición indispensable para asegurar complicidad ante cada muerte de un hombre.
Más allá de posibles discusiones sobre los riesgos que implica cualquier relación laboral sin contratos por escrito, algo parece seguro: esos hombres tampoco eran muy abiertos al debate. Se dejaron llevar por las primeras palabras. Quizá la culpa sea de ellos o del viejo más viejo usando el traje de Dios. Algo parece seguro, los hombres encuentran conflictiva la figura de Dios por no poder explicar o comprender su muerte. Si la decisión de crear todo fue de Dios, ¿por qué la muerte? ¿Para qué, sólo para demostrar su poder? Todas las religiones, en el primer momento, dieron al hombre la posibilidad de la inmortalidad, y sin embargo, por una razón u otra, la cosa no salió bien. Pero bueno, ahora sabemos más sobre nuestros orígenes, como también sobre el camaleón. Su principal característica es que cuando tiene algo importante para decir, suele entretenerse en placeres terrenales. Después de todo, esa puede ser la clave: lo terrenal conspira contra la inmortalidad. Una cosa más, quienes argumentan que la característica esencial del camaleón es cambiar de color son, en verdad, terriblemente sádicos.