Políticamente correcto



Un discurso es políticamente correcto cuando no expresa de forma clara sus argumentos, más bien adapta sus conceptos a lo que se cree que "la gente" quiere escuchar. Otra forma es recurrir a frases que, antes de pertenecer a una ideología, parecen sugerencias de buena voluntad. En Argentina vivimos discusiones políticas que logran interferir hasta en las relaciones familiares, echando por tierra cualquier pretensión de maquillar los discursos. La revolución de mayo, Rosas, la UCR, el peronismo, los militares, son claros ejemplos. El kirchnerismo bien puede sumarse a esa lista. ¿Pero qué sucede con los discursos en estos casos? Manifiestan sus verdades, con absoluta crueldad, sin pensar en el potencial destructivo de sus conceptos; dictadura, golpe institucional, calificativos que utilizan su sentido literal como poesía, Ej.: la yegua. Quienes hablan están tan seguros de sus verdades que pierden el miedo a no ser comprendidos o juzgados como poco democráticos. Recordemos que LA VERDAD surge de una lucha de verdades, la que posea el mayor respaldo de poder terminara imponiéndose.

Por momentos observamos el abandono del discurso políticamente correcto. Cuando escuchamos o leemos los argumentos de los empresarios sojeros, es claro que salen del discurso que utilizaron en la pelea por las retenciones (“el campo somos todos”, “si al campo le va bien, nos va bien a todos”, “al campo hay que dejarlo producir”). Hoy recuestan sus intereses en aspectos económicos o técnicos, esto demuestra dos cosas. Es insuficiente para defender intereses económicos la sola apelación a argumentos emocionales o históricos; en segundo lugar, su verdad necesita que la impulsen más actores, las organizaciones empresariales no alcanzan. Aquí es donde entra el discurso económico o técnico. Económico en cuanto a los números que respaldarían una forma de explotación agrícola como la única posible (soja transgénica y glifosato); técnico porque la comunidad científica respalda, en su mayoría, el uso del glifosato y soja transgénica, no tendrían efectos nocivos para la salud humana. Al expresarse en argumentos tangibles hace más sencillo el debate, le quita dramatismo y deja abierta la posibilidad de encontrar mejores soluciones. Ej.: la comunidad científica tiene los mismos intereses de aquellos que invierten en investigación, por tanto que los empresarios respalden su accionar en esa comunidad es equivalente a que, en un juicio por asesinato, la declaración de la madre del acusado sea la única válida para determinar su culpabilidad o no. Ni hablar sobre el rol del Estado, una cosa es al momento de subsidiar o proteger algunas ramas de la actividad; otra cuando pretende cobrar impuestos sobre ganancias extraordinarias.

Otro ejemplo del abandono del discurso políticamente correcto lo dan los medios de comunicación. Si bien a veces se escudan en frases hechas (libertad de expresión, periodismo independiente), falta leer o escucharlos para comprender que actúan en regla a sus intereses empresariales. El caso Fibertel es paradigmático, todo el grupo salió en defensa de la empresa caída en desgracia. Cualquiera que lea los diarios de mayor tirada, escuche las radios del grupo en AM o FM, vea los canales de TV abierta o cable como TN; encontrará una inmensa campaña en contra de la medida del gobierno. El argumento de “libertad de expresión” cae en segundos cuando se piensa que Fibertel no era una empresa que produjera contenido, sólo distribuía señal de Internet. Razón por la cual, necesitaba de una licencia que la autorizara a comercializar. Licencia que, efectivamente, tenía hasta enero del 2009 cuando la empresa Cablevisión (Grupo Clarín) decidió disolver la sociedad Fibertel. Para transferir la licencia de Fibertel a Cablevisión necesitaba el visto bueno del organismo de control, cosa que no obtuvo en ningún momento. Sin ir más lejos, cuando el grupo presentó sus papeles para cotizar en la bolsa de Londres aclaró que podía perder la licencia por no contar con el respaldo legal necesario.

Pero el discurso políticamente correcto sigue intacto en los políticos. Podría esperarse ésta situación, sin embargo ese tipo de discurso atenta contra la razón de ser de los discursos políticos. La política es transformar la realidad. Por tanto, si los discursos políticos se encierran en lo “correcto”, en ningún momento discuten el status quo. Esta situación parece tener dos causas fundamentales: la relación entre políticos y sociedad está mediatizada, por tanto el discurso político debe aggiornarse a la línea editorial de esos medios; por otro lado, puede pensarse que el sector político ya no cuenta con discurso propio –en tanto transformador de la realidad- por consiguiente sólo dice lo que “debe” decir para mantenerse visible. Ejemplo de ello es el accionar de los partidos políticos al momento de votarse la media sanción para el aumento de los jubilados en diputados. Al no expresar en forma clara la financiación necesaria para solventar y hacer posible el aumento, demuestran que sólo buscan desgastar al gobierno en un seguro veto presidencial. Otra hubiera sido la historia si la oposición demostraba claramente, y con el tiempo suficiente, cómo sería posible ese aumento. Ya lo dijimos varias veces, el aumento es absolutamente posible, sólo falta definir el cómo. Una de las formas es sincerar el funcionamiento económico en el cual sustenta su poder el Ejecutivo Nacional. Subsidios, exenciones impositivas, alta carga tributaria para otros, etc. En otras palabras, una telaraña de plata donde descansa el poder de los Kirchner. Sincerando la economía se ganan recursos y, por otro lado, los actores adquieren mayor libertad a la hora de expresar sus verdaderas ideas. ¡Pero cuidado! Porque van a reclamar lo mismo de siempre, la distribución del ingreso perjudica a la seguridad jurídica. Es bueno saber cuáles son los riesgos de algunas medidas. Sin ir más lejos, es muy probable que a la hora de sincerar la economía comiencen quitando los subsidios al transporte público y a los servicios, para luego (con suerte y viento a favor) quitar las exenciones impositivas o subsidios directos que reciben las grandes empresas. “Sincerar la economía” puede ser una linda sugerencia de buena voluntad, pero dependerá de la fuente de poder que respalde a esa verdad. ¿El poder económico o la pureza ética de algún partido de centro izquierda?